domingo, 15 de diciembre de 2013

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Permitidme que os diga que tengo veinte mil millones. Caras sorprendidas. Permitidme que os diga que tengo veinte mil millones de cosas que hacer.




La economía del lenguaje; cuánto puede llegar a decirse omitiendo; o cuánto podemos llegar a omitir diciendo. La historia nos ha demostrado que tanto en los medios de comunicación personal como en los de masas el precio de la palabra sí importa. ¿Cómo enfrentarnos a esta noticia?

El autor de la misma nos presenta una realidad en la que aquel que no sabe leer, escribir, sumar o restar tiene altas probabilidades de padecer obesidad. ¿Así? ¿Tan fácilmente? ¿No será que contribuyen otras causas antes y después de llegar al factor de la educación?

Dicho sea, el precio de la palabra importa tanto como el de la comida. Y es esta el alimento de todo lo demás, y no cubrimos otra necesidad sin antes haber cubierto las básicas. Pero nos encontramos con que la noticia no habla de falta de alimento sino de exceso; ¿o de su ingesta inadecuada?
Pensemos entonces en las familias que comen lo que reciben de Cáritas, o en el precio que no pueden pagar por un kilo de fruta fresca. Será que aquel que tiene dinero casualmente ha leído o estudiado que nuestro organismo para estar sano necesita dietas variadas, no abusar de alimentos no perecederos ni envasados.
Será entonces que aquel que no tiene ni para comer no tiene ni qué leer. Será que la obesidad no depende del nivel educativo, sino que ésta depende de los factores que a su vez influyen en el nivel educativo. 
O es que acaso, como se dice en la noticia, las universitarias por el hecho de serlo la padecen cuatro veces menos.
Y tras haber leído ejemplos varios semejantes a este, tengo que decir, que en mi opinión esta noticia no tiene mayor trascendencia, o por lo menos la forma en la que se narra no incluye nada nuevo que alguien con un mínimo de razonamiento no pueda llegar a comprender.
Que "la calidad de la dieta y el ejercicio físico son dos de las causas de la obesidad crónica" también lo sabíamos, pero en ningún momento el periodista los relaciona con el título de su fragmento. "A menos nivel educativo, más obesidad" es además una enunciación un tanto violenta y recriminatoria, ideal para captar la atención del lector, pero yo, que sigo frente al periódico después haber terminado de leer la noticia sigo estando igual que al principio.

Cosa muy diferente se observa al concluir estas líneas del periódico, ¿por qué no se termina hablando de lo mismo que al principio?..


Marta Rivera Castillo
15 Dec 2013

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