Jesús Rodríguez González
Está a la orden del día la tensa
situación que está teniendo lugar actualmente en Ucrania, donde las tropas
rusas han invadido y se han hecho con el control militar de la península de
Crimea, al sur del país, y que históricamente ha tenido una gran influencia de
Rusia. De esta manera, todos los grandes organismos internacionales y cómo no,
EEUU, han decidido llevar a cabo una política de aislamiento a Rusia, a modo de
sanción por el despliegue de un total de más de 16000 soldados en Crimea, donde
presionan al gobierno central de Yanukóvich, en un país al borde de la guerra
civil.
Visto esto, la situación se puede
decir que llega a ser crítica, y que más que un conflicto de estado se ha
convertido prácticamente en un conflicto internacional. Quién nos diría, hace
unos meses, que llegaríamos a estar en esta situación, temerosos incluso, en el
peor de los casos, de la llegada de la III Guerra Mundial. Sin embargo queda
evidente un hecho: las instituciones deben de hacer lo imposible por evitar un
conflicto armado. Las guerras hoy en día son diplomáticas, han cambiado, y se
juegan por medio de los intereses económicos, capitalistas, de conseguir la
supremacía en el mundo. Básicamente, es lo que está llevando a cabo EEUU, que
parece que tiene la necesidad de ser el árbitro del mundo, estar metido en
todos los “fregaos”. Y parece ser que
Rusia juega con esa carta, con la ventaja de que no se baraje la posibilidad de
una guerra tal y como la conocemos, es decir, no se puede llegar al uso de las
armas ya que con ello lo único que conseguirían sería el fin del mundo.
Y esto es lo preocupante, que ese
“Apocalipsis” mencionado en tantos libros, el “Apocalipsis” del que habla la Biblia
y que tanto ha preocupado a generaciones pasadas no llegará solo, sino que
seremos nosotros quien lo creemos. Y es que parece inimaginable que pudiera
tener lugar otra guerra mundial, otra más, otra que acabe con nuestra existencia,
la tercera y posiblemente la última. Y cabe pensar, ¿hasta qué punto hemos
llegado? Quizás hayamos llegado a un punto en el que tener el poder y la
supremacía económica y política va más allá de la vida, que somos capaces de
poner en riesgo incluso la integridad de toda la humanidad.
Ya lo anticipó Einstein hace
bastantes años: “No sé cómo será la III Guerra Mundial, sólo sé que la IV será
con primeras y lanzas”. Pues aquí está, no sé si esta guerra se sucederá como
consecuencia de este conflicto en Ucrania o quién sabe cuándo lo hará, pero lo
preocupante es que si esa IV Guerra Mundial llegará a ocurrir tendremos que darnos
por satisfechos, ya que querrá decir que al menos la humanidad no se ha
extinguido. Parece mentira que nosotros mismo al fin y al cabo seamos quien
cabemos nuestra propia tumba.
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ResponderEliminarTal y como apuntas, los conflictos en la época en la que vivimos son, o por lo menos deberían ser, diplomáticos. Y me gustaría recalcar el "deberían", porque por desgracia, sigue habiendo guerras, y las seguirá habiendo.
ResponderEliminarSeguirá habiendo como la que probablemente nos acaece en Crimea; una región de Ucrania que, sin embargo, cuenta con una población mayoritariamente rusa que pide voluntariamente la anexión a Rusia. Es muy difícil luchar contra un pueblo con autodeterminación, porque las palabras son un poderoso arma. Pero aquí entra el elemento "Putin", que, jugando con la ventaja del pueblo crimeo y su producción de gas, prepara ya de forma descarada una guerra, que las otras potencias intentan evitar a toda costa, porque sabe lo que ya supo Alberti en su "Nocturno": "las palabras entonces no sirven: son palabras".