“Ya verás cómo algún día me casaré contigo”. Una vez más, Nahar Nurun no dio mayor importancia a las palabras del chico que la acosaba desde hacía tiempo. Ella tenía 15 años y ninguna intención de agradar a su molesto pretendiente. Así que, como siempre, puso los ojos en blanco, se dio media vuelta, y se marchó. Poco después, una calurosa noche de julio, 11 hombres entraron en su casa tratando de fingir un atraco. Su verdadero objetivo era Nurun. “Entraron en mi habitación y uno de ellos me echó líquido a la cara. Creí que era gasolina y que me querían prender fuego, pero pronto me empezó a quemar la piel y comprendí que era ácido”. Después descubriría que los atacantes eran familiares del joven que la perseguía, y que destrozarle la cara era su forma de enviarle un mensaje: si no quieres ser para mí, no serás para nadie. Desde ese día, su vida nunca ha vuelto a ser la misma.
Otro caso de machismo, de violencia de género; otra crueldad sobre la mujer a manos del hombre. Hombres sin escrúpulos que se dejan llevar por arrebatos de locura propiciados por el rechazo sentimental.
Tradicionalmente el machismo ha estado asociado a la diferenciación de tareas entre hombres y mujeres, y a la subordinación de las mujeres en muchas sociedades. En la mayor parte de todas las sociedades tradicionales, los hombres, en general, han tenido mayor poder y estatus que las mujeres en el ámbito doméstico. En las sociedades modernas, las actitudes machistas tratan de justificar la mayor comodidad, preponderancia y bienestar de los hombres, aunque en realidad no sea así.
También es parte del machismo el uso de cualquier tipo de violencia de género con el fin de mantener un control jerárquico sobre ellas. De hecho, el machismo es considerado como una forma de coacción no necesariamente física, sino también psicológica, siendo esta forma de expresión protectora una discriminación, ya que se ven subestimadas las capacidades de las mujeres alegando una mayor debilidad. La violencia tanto física como psicológica contra las mujeres se considera un acto histérico o sintomático de represión de la mujer ante su emancipación, es decir es una reacción para continuar manteniendo la dominación masculina cada vez más fragmentada y en crisis.
En este espeluznante caso, la intención no es matar sino humillar. Las disputas económicas y el rechazo a las relaciones sentimentales suelen ser las mayores causas de los ataques con ácido.
Resulta increíble como se puede tener tantos escrúpulos y sangre fría para realizar estos actos de violencia contra la mujer simplemente por ser rechazada sentimentalmente. Las mujeres, al igual que los hombres, son libres de elegir sus relaciones amorosas y no tienen por qué estar obligadas a estar con una persona a la que no quieren por el simple motivo de no querer terminar siendo dañada físicamente para el resto de su vida. Casos como estos provocan un miedo generalizado en las mujeres y las hace sentir aún más inferiores y con una constante sensación de miedo a ser atacadas por actos que no satisfagan al hombre.
El sufrimiento de estas mujeres debe ser incalculable, ¿cómo te sientes después de ser atacada con ácido y quedar marcada para el resto de tu vida simplemente por rechazar a un hombre? No hay derecho a que las mujeres continúen sufriendo estos actos terroríficos. Con la colaboración de toda la sociedad, podremos acabar con el machismo y podremos terminar con estas horribles noticias que nos ponen la piel de gallina de tan solo imaginárnoslas. La equiparación de derechos entre hombres y mujeres deber ser ya un hecho y no un ideal inalcanzable.
Alejandro Quintero Franco
0 comentarios:
Publicar un comentario