El teléfono móvil, ¿Recurso o adicción?
Quizás no nos demos cuenta de que verdaderamente somos adictos al móvil. Este hecho es muy difícil de aceptar, no somos capaces de reconocer que somos adictos al móvil, quizás, porque no lo vemos como una adicción o una enfermedad.
Sin embargo, cada vez más frecuentemente, las personas se evaden en un mundo virtual telefónico, y se alejan de la realidad, perdiéndose momentos de su vida, que realmente son los que merecen la dedicación, ¿Verdaderamente nos beneficia la sociedad de la información?
Maltratados por las compañías de telefonía móvil, en esta noticia haré una reflexión del efecto que el teléfono móvil está generando en nosotros: una regresión de los adultos que nos lleva a la infancia y una prolongación indefinida de la inmadurez infantil en las generaciones actuales.
El proceso de madurez debería culminar con un individuo seguro, autónomo y libre, tal y como todos pretendemos ser: adultos. No todo el mundo lo lograba antes del móvil y pareciera que el uso que le damos a la tecnología en lugar de ayudar, está devolviendo el proceso y, en el caso de los menores de edad, incluso impidiéndolo. Es que estar en la realidad y verse en ella como parte (no como el todo central) es algo que se va aprendiendo con el tiempo.
Los niños juegan a ser héroes, a tener súper poderes y a hacer magia; una ilusión de controlar el entorno, de ser superiores a la realidad, en lugar de “gestionar” en su mundo interior los efectos de la –muchas veces- imprevisibilidad de muchas de las cosas que pasan a diario. Si a la absurda frase “lo único que no tiene solución es la muerte” le sumamos un aparato que nos da el espejismo de tener bajo control todo alrededor, los impúberes no aprenderán a administrar y regular la sensación de frustración, lo inevitable, y vivirán con la ansiedad derivada del mundo circundante creciendo en sus manos en forma de teléfono móvil.
Pero también hace parte de la madurez el acostumbrarse a la independencia, a “soltar la teta”, lo cual está siendo impedido cuando antes de dejar de ''mamar'', les remplazamos la teta a los niños por un aparato que en lugar de enseñarles a administrar la distancia de su proveedor, a superar la angustia de la separación del que los cuida, les facilita estar a un “click” para sentirse protegidos o ser “alguien” mientras el aparato tenga pila. ¿Qué clase de adulto es el que identifica la “falta de minutos” con sensación de abandono e inseguridad?.
Exhibicionistas, ansiosos por el reconocimiento ajeno, como si existieran solo a través del otro, los adolescentes ponen su estado emocional al servicio de los “like” que reciben en las redes sociales. Así, ni libres, ni autónomos ni seguros, pero eso sí: conectados.
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