Aunque esta noticia trate del peligro de extinción de un lince,me centraré en un caso más cercano. El primer lobo ,que vi en mi vida estaba encerrado en un corral. Me acerqué tanto a él que me arrancó de un bocado un trozo de bota mientras yo salía corriendo muerto de miedo. El segundo lo encontré atropellado. El tercero aullaba a la luna en una fría noche burgalesa.
Las tres experiencias las compartí hace más de 10 años, con un guía de zoo convencional, Guillermo creo recordar que era su nombre, me convenció entonces de que la mejor manera de evitar su extinción era mantenerlo como especie cinegética. “Si lo protegen”, me decía, “la gente tratará de eliminarlo por las malas, con venenos, trampas e incendios”. Y añadía: “A tiro limpio es muy difícil acabar con él; es demasiado inteligente”.
La semana pasada bicheando internet conocí la asociación Lobo Marley. Un colectivo empeñado en lograr que el lobo sea especie protegida en toda España y no sólo al sur del río Duero. Y que lo sea de verdad.
No aceptan ese eufemismo sangriento denominado “control de la población”. Esas batidas en Parques Nacionales. La vuelta veneno y trampas.
Han pasado desde entonces más de diez años entre ambos encuentros y yo he cambiado de opinión. En pleno siglo XXI, en una Unión Europea que cuida como preciado tesoro su biodiversidad, con una economía rural moderna y subvencionada, ¿no es posible defender al lobo?
Causa daños a los ganaderos, es verdad, aunque no tantos como se dice. Pero también beneficiamucho a los ecosistemas. Incluso a la caza. Y atrae un cada vez más importante turismo de naturaleza. Por eso deben protegerlo. Prefiero pagar los daños del lobo que los daños de la banca
¿Y tú, que opinas sobre los animales en peligro de extinción?Por José Borrero Suárez
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