viernes, 23 de mayo de 2014

La crisis, la maldita crisis, que no la provocamos y la sufrimos, es asunto cotidiano. Es lo que nos toca y es lo que nos espera en el futuro. Recesión económica, recortes cada viernes, la hasta ahora ignorada prima de riesgo, las peripecias azarosas de la bolsa y la ludopatía de los inversores, el paro, la hipoteca, el crédito y los especuladores, todo ello y mucho más son signos del presente, y del futuro, y de la desgracia de muchos y del beneficio de unos pocos. Repitamos esto último: muchos desgraciados y pocos beneficiados. Es raro, y quizá ingenuo, suponer que, si hay crisis, todos deberían pasarlo más o menos mal. Pero no es así.
Algunos definen la crisis como "la sensación de que el mundo es desconocido, impredecible, al azar, la vida se ha vuelto incierta...".Describe lo que ahora sienten muchas personas. Según encuestas ( de las cuales me he documentado previamente) se pregunta por la educación e ingresos de los estudiantes, para ubicarlos en una clase social, alta o baja, por su espíritu respecto a la comunidad en que viven y por la importancia que dan a la riqueza. Y responden a varias encuestas que revelan su conducta durante una crisis.
Pasemos de los detalles y vayamos directamente a los resultados. Los jóvenes de clase baja ponen a su comunidad en primer lugar, recurren a ella si hay problemas, se sienten muy unidos a su familia, amigos y vecinos y, si es necesario, se presentan voluntarios para ayudar en los proyectos comunes. Por el contrario, en los de clase alta, sentir la crisis les lleva a buscar la seguridad en un  buen salario, aunque para ello tengan que dejar su ciudad, su comunidad, familia, amigos y redes de apoyo.
Ya ven, por lo menos la clase social influye en la respuesta que las personas dan a la crisis, a esa "sensación de un mundo, impredecible, al azar, de vida sin sentido". La clase social baja se integra en su comunidad y ayuda a los demás, y la clase social alta piensa en su riqueza, lucha por un futuro individual y seguro, y se ayuda a sí misma y a nadie más. O sea, muchos ayudan y unos pocos se enriquecen. O, como decía antes, muchos desgraciados y pocos beneficiados, aunque quién sabe si esto será así a la larga. Quizá, con los resultados de esta investigación, lleguemos a entender algunas de las declaraciones y conductas habituales en los tiempos actuales, en estos tiempos de crisis, de maldita crisis, que nos ha tocado vivir.




Ciñéndome al caso del desempleo juvenil tal y como se trata en el artículo ( Puedes leerlo haciendo click aquí), una de las consecuencias que la crisis económica ha dejado en nuestro país ha sido ‘’fomentar o ayudar’’ a la salida de población juvenil que no encuentra ofertas en el mercado laboral  español, cada vez más débil.
Hoy en día hay una competencia educativa enorme, el aumento de la población es exponencial y esto no solo hace que haya más personas que comienzan a estudiar ( lo cuál implica un aumento de la demanda de plazas para estudiar) sino que además, si se llevan a cabo políticas que limitan el sector educativo (los recortes en enseñanza) estaremos también limitando el proceso educativo de futuros trabajadores con espectativas pasadas frustradas; es decir, que no llegaron a estudiar lo que realmente quisieron estudiar porque no se veían capacitados para ello o bien, porque no les llegó la nota para estudiar algo a lo que en un futuro se dedicarían.
Por otro lado, el encontrar trabajo en España actualmente, es como una vuelta de la playa en fin de semana, se hace eterna pero el que es más paciente, mejor la lleva. No obstante, no hay porqué soportar tener que estar en tu casa parado horas, días, semanas, años…¡Sin nada que hacer!. Incito a los jóvenes españoles que salgan, que no limiten sus posibilidades por el típico ‘’esque quiero vivir aquí, en mi tierra’’ y que maduren laboralmente, ¿quién sabe?, Quizás algún día podrás volver a la tierra, que nunca quisiste dejar.
Y tú amigo lector, ¿Qué opinas sobre el paro juvenil en españa?
Por José borrero Suárez

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