jueves, 1 de mayo de 2014

Naciones Unidas estima que cada año 6,4 millones de toneladas de basura acaban en los océanos de todo el mundo. Aves marinas, tortugas y mamíferos mueren al ingerir o enredarse en objetos de plástico, redes de pesca y otros residuos peligrosos. La degradación de algunos de ellos genera microplásticos que pueden contaminar toda la cadena alimenticia. El impacto más visual de esta suciedad marina son las gigantescas islas de plástico que flotan en varios océanos, como el llamado séptimo continente, un impresionante vertedero marino en el Pacífico al que se supone una superficie de entre tres y siete veces España.

Se va acercando cada vez más el verano y todos comenzamos a planear dónde iremos estas vacaciones a disfrutar del sol y el buen tiempo. La mayoría de nosotros acabaremos yendo a las playas que cada año visitamos y disfrutamos, pero estoy seguro de que nadie quisiera encontrarse con una playa en un estado como el de la foto mostrada o darse un baño en el mar acompañado de restos de basura.




Históricamente el mar ha sido visto como el gran basurero, dada su inmensidad y capacidad de autodepuración. Sin embargo,
 este enorme vertedero que todos hemos utilizado en algunas ocasiones, está llegando a sus límites. Las dimensiones actuales de las descargas ya han alcanzado niveles alarmantes que el ecosistema marino no es capaz de asimilar de forma natural.


La basura marina es un problema mundial que afecta a la salud de las personas, impacta negativamente sobre la biodiversidad de los ecosistemas marinos y costeros, lo que puede llegar a significar la extinción de algunas especies naturales, y afecta a las actividades productivas y recreativas que se desarrollan en la costa, afectando también el valor de su paisaje. Esta modificación del paisaje natural, también influye en la opinión de los turistas, que dejan de visitar estas playas perjudicando económica y socialmente a las zonas costeras que dependen y viven del turismo cada año. Además, disminuye la rentabilidad de las actividades pesqueras puesto que la basura arrojada, como ya hemos comentado, mata a peces y otras especies que podrían ser capturadas y vendidas.



El llegar a esta situación límite lo hemos conseguido entre todos; todos tenemos un poco de culpa y entre todos debemos solucionarlo y devolverle al mar lo que le hemos quitado. Para ello, se deben emprender campañas de recogidas de basura y concienciar a los visitantes las consecuencias que puede tener tirar una simple colilla de un cigarro al mar. ¿Alguna vez has imaginado lo que podías provocar al tirar basura al mar? Es el momento de dar un giro radical en nuestra forma de pensar y replantearnos las cosas. No dejemos que el mar se ahogue. ¿Y tú qué opinas?



                                                                                                                    Alejandro Quintero Franco

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